Nuestro abogado, compañero y amigo Cristóbal falleció dejándonos como herencia su exigencia profesional y personal hacia los demás. Cuando le consultabas acompañaba su respuesta con sentencias, informes y de la “duda”. Nos decía: “Alejaros del abogado que no dude”. En nuestras “cumbres con Cristóbal”, suspendidas durante la pandemia, nos instruía sobre las cuestiones que le planteábamos; nos ofrecía puntos a debatir; nos adelantaba novedades o intuía situaciones polémicas ante determinados cambios en las leyes o en la jurisprudencia.

A veces nos decía que no nos involucráramos en determinadas situaciones con nuestros clientes, pero acababa ofreciéndote su colaboración para buscar una solución. Prueba de su dispoción hacia los demás es que cuando sonaba el teléfono de su despacho él mismo lo atendía, salvo estuviera ausente. No entendía que tuvieses que ser atendido previamente por alguien que no fuera él. Así entendía su atención a los demás; así era de humilde. Su conocimiento era un sacerdocio. No limitaba horas ni días. Facturar nunca fue su preocupación.

Nos ha hecho mejores, personal y profesionalmente. Le encantaba enseñar igual que en su vida personal compartía su gran cultura. Nos animaba a leer y a estudiar. Como maestro y tutor supo adelantarse a cualquier acontecimiento y estos últimos años, su hija Isabel, nuestra abogada, compañera y amiga, es la encargada de seguir guiando nuestro aprendizaje; orientando nuestros problemas y recordándonos que hay que dudar.

De lo que no tenemos duda es de que antes de tomar una decisión pensaremos que hay que ser ponderado, objetivo, generoso hacia el que nos pida nuestra colaboración como Cristóbal nos enseñó.

Gracias Cristóbal Carnero Varo abogado, compañero y amigo. Profesor y maestro. Siempre te sentimos y sentiremos cerca. Tu hija Isabel, nuestra abogada, compañera y amiga, hará que nos sintamos menos huérfanos de ti.